lunes, 7 de junio de 2010

Secuela

.
Estuve pensando y releyendo el cuento y a veces parece que estuviera enojado con los chicos. No estoy ni un poco enojado y ahora los quiero. Son buenos y me llevo muy bien, y aunque los veo poco siempre me río mucho cuando nos cruzamos.

Pensé otras cosas también, y quiero hacer justicia:

Que mi papá estaría ofendido porque la primera lección de hombría de mi vida me la dio un desconocido de siete años. No debe ser verdad, debe haber habido otras importantes antes, pero me tomo licencias escribiendo. Además, yo avisé que todo es verdad pero también son impresiones mías. Por ahí una importante, aunque fue después, fue cuando me dijo refiriéndose a La Bandita "pegales y te van a dejar de molestar". Capaz hasta dijo "rompeles la cara".
Igual no aprendí muy rápido. Recién me enojé con uno de mi grado y me defendí agarrándole el cuello del suéter (como en Montaña Rusa, sí) a Santiago Salerno, en quinto o sexto grado. Ahí funcionó. Él también fue mi amigo después.

Sheila leyó y dice que yo no tenía broncoespasmos. Me defiendo: por ahí me diagnostiqué solo y mal sacando esa palabra de mi extenso vocabulario médico -nutrido en mis años de hipocondría- pero igual me acuerdo muy bien de que no podía respirar. Tampoco podía respirar cuando iba llevando la pelota, no conseguía doblar y se me iba por la línea de fondo: fracasaba sin ayuda de ningún contrario. Nacho Martínez, entonces, me decía "¡Dale, Adano!" y cosas así, y yo me ponía nervioso, le contestaba algo y de los nervios otra vez no podía respirar.

1 comentario:

Maco dijo...

Me gusta cómo escribís. Linda manera de contar.
Me sentí identificada con algunas cosas.
Es un placer leerte.

Saludos.