domingo, 25 de diciembre de 2011

Soy yo sorda

Estaba viniendo a Del Viso en tren y una chica me dejó unas figuritas que vendía. Todas las planchas tenían pegado un papel que explicaba por qué vendía figuritas en el tren. Me pareció increíble lo que decía. Gracioso no, increíble, así que le compré las figuritas con el poema que había escrito en el cartelito:


Soy yo sorda

Para hogar una vida normal y al
No poder conseguir trabajo.
Estoy vendida stickers.
Yo tengo 2 hijos.
Dar doble dios.

.......VALOR $2
Muchas gracias.
Cooperación voluntad.

lunes, 4 de julio de 2011

Miren pues qué bueno

Génesis y evolución
del signo de interrogación.

viernes, 6 de mayo de 2011

Ah re

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Miren qué bueno. Alégrense.
¡Alégrense dije!

http://www.rollingstone.com.ar/1371191-conoce-a-julio-y-agosto

lunes, 19 de julio de 2010

Porque yo no miento, o miento lo menos posible

Las cámaras de los pibes que me hicieron la mini entrevista eran de Policías en acción, así que el otro día mi vieja me llama y me dice "Dolo me avisó que saliste en la tele".
Y acá lo encontré. Lo mejor es que pusieron la parte de "ya sabemos quién no culeó nunca", aunque le pusieron el PIIIIIIIIIIIIIP arriba. Los que conocen el placer que encuentro en decir malas palabras saben que salir censurado con un pip en la tele me pareció buenísimo.

http://www.eltrecetv.com.ar/policias-en-accion-2010/nota/se-aprobo-ley-de-matrimonio-gay

jueves, 15 de julio de 2010

Ganaron los buenos.

Cosa horrible pero graciosa pero terrible

http://www.youtube.com/watch?v=PNpwDctOuwg

miércoles, 14 de julio de 2010

Naranja: el nuevo color de la caca




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Ayer pasé con la bicicleta por el congreso. Había mucha gente reunida. No una cosa así que uno diga, "fa, mil millones de personas", pero había sufucientes como para organizar cincuenta partidos de once, ponele. Con suplentes y todo.
Me quedé un rato. Vi algunas cosas.

El color de moda: naranja caca. Por si no lo sabían, ahora existe este color. Si ordenás tus lápices tenés que ponerlo al lado del marrón caca.
La mejor frase: a una chica le estaban haciendo una entrevista unos pibes jóvenes que la corrían con preguntas fáciles y que ella contestaba con respuestas "que nada que ver", apelando a su preocupación desinteresada y honesta y esgrimiendo algunos argumentos boludos. Los pibes tenían una cámara buenísima y no se comían la de la marcha, encontraron la oportunidad y salieron a juntar testimonios desgarradores y argumentaciones sólidas (es una ironía, todos decían caca). Me perdí una parte de la entrevista, pero después los chicos hablaron conmigo y el que entrevistaba me la contó. Me dijo que él le había preguntado a la chica por qué un entorno familiar formado por dos personas del mismo sexo puede ser negativo para un niño. Una de sus respuestas fue que "el sexo entre personas homosexuales es muy violento".
Mejor retruque a una frase idiota: después me entrevistaron a mí. El chico me preguntó qué pensaba yo de lo que había dicho la chica. Yo le contesté "ya sabemos quien nunca culeó". Nos reímos los tres: él , el de la cámara y yo.
Mejor peor argumento de la marcha: le pregunté a un pibe y a su novia en qué basaban su opinión. Ella ni se molestó en contestar, puso la cara internacional de "no entiendo nada" y me señaló a su novio con la pera queriendo decir "que hable él". Germán (es un nombre inventado), entonces, tomó la palabra:
"Siempre que busques respuestas, salí a mirar la naturaleza. No hay ningún animal que haga el amor con otro del mismo sexo".
Yo le dije cosas como que nosotros nos separábamos en infinitas cosas de los animales, que la cultura y el lenguaje y todo, pero vino el 29 y ellos se fueron. Después me quedé pensando en que los leones machos se comen a sus crías. Lástima que no se lo pude decir a él. Ojalá lo vea en Discovery hoy o mañana.

lunes, 21 de junio de 2010

Hoy es feriado

y yo estoy nervioso.

lunes, 7 de junio de 2010

Secuela

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Estuve pensando y releyendo el cuento y a veces parece que estuviera enojado con los chicos. No estoy ni un poco enojado y ahora los quiero. Son buenos y me llevo muy bien, y aunque los veo poco siempre me río mucho cuando nos cruzamos.

Pensé otras cosas también, y quiero hacer justicia:

Que mi papá estaría ofendido porque la primera lección de hombría de mi vida me la dio un desconocido de siete años. No debe ser verdad, debe haber habido otras importantes antes, pero me tomo licencias escribiendo. Además, yo avisé que todo es verdad pero también son impresiones mías. Por ahí una importante, aunque fue después, fue cuando me dijo refiriéndose a La Bandita "pegales y te van a dejar de molestar". Capaz hasta dijo "rompeles la cara".
Igual no aprendí muy rápido. Recién me enojé con uno de mi grado y me defendí agarrándole el cuello del suéter (como en Montaña Rusa, sí) a Santiago Salerno, en quinto o sexto grado. Ahí funcionó. Él también fue mi amigo después.

Sheila leyó y dice que yo no tenía broncoespasmos. Me defiendo: por ahí me diagnostiqué solo y mal sacando esa palabra de mi extenso vocabulario médico -nutrido en mis años de hipocondría- pero igual me acuerdo muy bien de que no podía respirar. Tampoco podía respirar cuando iba llevando la pelota, no conseguía doblar y se me iba por la línea de fondo: fracasaba sin ayuda de ningún contrario. Nacho Martínez, entonces, me decía "¡Dale, Adano!" y cosas así, y yo me ponía nervioso, le contestaba algo y de los nervios otra vez no podía respirar.

lunes, 31 de mayo de 2010

La bandita

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Juan I****** era el más inteligente y tal vez el más malo de todos los miembros de lo que los demás llamábamos "la bandita". Además de lo poco que les importaba que les fuera mal en el colegio, de que muchos otros del grado no quisieran ser sus amigos, de que supieran o pudieran decir con suficiente convicción que sabían pegar (Pipi me mostraba dos modelos diferentes de piñas con la mano y me preguntaba "¿Cómo querés que te pegue, así o así?), además de todo eso y algunas cosas más, tenían primos y hermanos en séptimo grado cuando nosotros estábamos en tercero, y los primos eran igual de crueles que ellos. No era maldad profunda lo que profesaban, pero todos tenían muy arraigada esa manera infantil de la crueldad, con un matiz interesante que era que la mayoría de sus miembros parecían uno o dos años más grande cuando les hablabas. Debe haber sido porque tenían primos y hermanos más grandes, como cuatro años, y estaban acostumbrados a pelear con ellos.

Generaban una especie de admiración entre sus compañeros. Aunque los que no estábamos en la bandita no queríamos ser sus amigos, ejercían un magnetismo extraño sobre todos los demás. Si de repente uno, en un recreo, venía y te hablaba, entonces te sentías más piola, o más popular, o mejor. Yo traté un par de veces, haciéndome el distraído en los recreos, de hacerme amigo suyo, un poco inconcientemente y otro poco porque me gustaba Guillermina, una chica un año más grande que nosotros que junto con sus compañeras, que también me gustaban, era amiga de los de la bandita.
Juan I*******, Juani, era el sobrino de la señorita Verónica. Ella era una mujer de esas quemadas en todo el cuerpo, todo el año. Creo que usaba pulseras y collares dorados, no ostentosos pero sí dorados, y si me acuerdo mal y en realidad no usaba cosas doradas no importa, porque igual era una persona de esas que, al ser recordadas, pueden ser recordadas con cadenitas y pulseras doradas. Tenía el pelo lacio lacio y era muy bajita, igual que Juani.
Yo aterricé en el D** V*** Day School en tercer grado. Venía de una experiencia de un año en el Miguel de Cervantes Saavedra, que también era privado pero menos privado que el Day School. La primera mitad de primer grado la había hecho en capital, en el Wenceslao Posse, y la otra mitad la hice ya mudado a Del Viso, en la 44, una escuela semirural que quedaba a seis o siete cuadras de mi casa nueva. Iba en bici con Sheila.

Cuando me fui del Posse todos mis compañeros me hicieron un regalo: era una cartulina grande, celeste, llena de corazones de cartulina de color amarillo pálido, donde cada uno, y también la maestra, me escribió unas líneas de despedida. En esa época estaban de moda los stickers, y cada uno tenía un álbum con los suyos. El primero que tuve yo era malísimo; no se podían despegar los que pegabas. Después Sheila me compró uno mejor que todavía me acuerdo, con un pez espada saltando en la tapa, que era medio holográfica. La sensación que me daba mi álbum, los stickers que brillaban en la oscuridad, despegar uno para cambiárselo a alguien por otro, pasarle el dedo por arriba a los de felpa, no me la olvido y no se repitió.
En cada corazón había tres o cuatro stickers de cada uno. Las cartas de mis amigos eran hermosas. Apenas tres o cuatro líneas, pero escritas con el esfuerzo que implica escribir tres o cuatro líneas a la mitad de primer grado. Joel, uno de mis mejores amigos de toda la vida, participó del regalo, y uno de los corazones es de él.
Un día que vaya a Del Viso voy a volver a leer las cartas. Decían cosas como "Que te vaya bien en tu nueva casa", "Te vamos a extrañar" y "Te quiero mucho". Me emocioné mucho cuando me la dieron. Todavía me hace bien pensar en eso, como acordarse un final lindo de una película. La tengo en mi cuarto de Del Viso, enrollada, tirada entre muchos juguetes rotos, sobre la cucheta de arriba de mi cama.

Cuando entré a la 44 me agarré a trompadas por primera vez en mi vida. Al menos es el primer recuerdo que tengo de una agarrada. Acababa de entrar a la escuela, tenía la sensación de estar a prueba y sentía que todos me miraban. Pablo, uno del barrio que me había tirado buena onda el primer día, se me vino encima y arengado por otros me empezó a molestar. Me defendí dignamente y el que lloró fue él. Otro día me molestó uno de segundo grado, pero no me acuerdo qué pasó. Creo que al final no me pegó, y creo que yo lo convencí.
Matías era repetidor. Estaba en tercer grado pero debería haber estado en quinto. Era el más respetado de todos sin llegar a ser malo, no recuerdo haberlo visto maltratando a nadie. Sí era más rápido que los demás y te podía hacer quedar mal a la salida, si le daban ganas. Siempre tenía una gomera en la mano. Un día me mostró la cabeza de una paloma. Se la había cortado con el mismo piedrazo de la honda, y la exhibía, sin plumas, como un trofeo o un juguete. Le abría la boca y le tiraba la lengua. Es una de las fotos que tengo en la cabeza de esa época.
Una vez otro chico de segundo grado, o por ahí el mismo que al final no me pegó, se me sentó al lado en un recreo. Yo estaba agachado, en cuclillas, pero como se acuclillan los niños, apoyados sobre toda la planta del pie y con las piernas flexionadas del todo, haciendo encajar las rodillas en el huequito de las axilas. Yo, que siempre fui muy charlatán, no sabía qué decirle. Él estaba callado y miraba para adelante. De repente, me dijo,
- Los hombres se sientan así.
Y se acuclilló como un hombre, sobre la punta de los pies, con los brazos apoyados en las rodillas. Fue la primera lección de hombría que tuve, o la primera que dio resultado: nunca más pude acuclillarme así sin pensar "no, así se acuclillan los nenes".

En esa época tenía mucho miedo de que algo le pasara a mis papás. No podía respirar cuando llegaban tarde a buscarme, y tengo recuerdos muy claros de la escuela vacía, yo sentado solo en el patio esperando que llegaran, el sol de la tarde, la quemazón de la angustia en el cuello y en la cabeza, la bandera baja, el campo que se extendía después del alambrado, al lado del colegio. Me agarraban broncoespasmos. Me duraron hasta tercer grado. Después no tuve más.
Pasé poco tiempo en estos dos colegios, y a esa altura de mi vida mi entereza emocional era cuestionable. Era un niño muy feliz, pero muy sensible y un poco miedoso. No me daban miedo ni los animales ni los árboles, ni la directora ni Matías, pero sí me perturbaban cosas que no tendrían que haberme perturbado. Si mi papá dejaba el auto estacionado conmigo adentro, cruzaba la ruta para ir a la Rocca -la panadería del pueblo- y tardaba más de cinco minutos, yo empezaba a sentirme mal. Físicamente. La quemazón, el ahogo, el llanto. Era rarísimo. Ni sabía ni sé hoy a qué le tenía miedo concretamente, pero la situación me ponía muy muy mal. De a poco pasó, pero todavía prefiero estar con un amigo al lado si estoy de viaje en un lugar extraño.

Juani y sus amigos (Pipi, Tincho, Juanchi y otros miembros itinerantes) me recibieron mal. Para empezar, los primeros días me había hecho amigo de Tincho. Era un pelirrojo simpatiquísimo que también tenía un metejón importante con los dinosaurios. Cuando nos conocimos los primeros días -el también era nuevo- le entramos a la amistad por el lado de la ciencia y todo fue bien. Estábamos en el mismo grado también en inglés, porque los que no sabíamos tanto íbamos a segundo, así que nos acompañamos bastante.
Un día, cuando llegué al colegio, me recibieron Tincho y Pipi juntos en el patio. Entre otros cientos de niños que corrían alrededor, Tincho me dijo:
- No soy más tu mejor amigo. Ahora soy mejor amigo de Pipi.
Y se fue.
Me quedé solo, sin entender nada. ¿No podíamos ser todos amigos? ¿No podíamos ser todos mejores amigos? ¡Yo tenía como tres!
Y así se sucedieron los días. Me pedían poco cortesmente que los dejara entrar a la fila del comedor, y si uno ya estaba adelante mío hacía pasar a los demás con el viejo truco de "¿Me dejás y te dejo?".
Cuando era chico no me gustaba la lluvia, pero ahora me encanta. Tengo impresiones de días horribles por nublados, de esos que hacen que todo todo se haga gris, y yo haciendo la fila solo y sintiéndome miserable por culpa de esa manga de pendejos crueles en todas esas inexplicables formas.

Lo peor de todo pasó ya entrado el año. Yo gustaba mucho de Clara Lahore. Clarita había llegado al colegio a mitad de año, y todos nos enamoramos perdidamente de ella. Era hermosa. Todavía es. Ahora vive en otro país.
Naturalmente, gustó de Juani. Cuando los demás nos enteramos nos quisimos morir. Todavía no teníamos tan claro eso de que es muy fácil que la chica linda guste del chico malo. Se pusieron de novios.
Durante una clase Milton M******* arregló una pelea entre Juani y yo. No me acuerdo bien cómo empezó, pero mientras hablaban yo veía que alrededor mío se iba armando un evento del que no estaba seguro de querer ser parte. Milton amenazó a Juani:
- Te va a cagar a trompadas- le dijo. Yo sentía como hilitos que se iban tejiendo entre mis piernas, mis brazos, y solamente asentía. Creo que en todo el rato no dije nada.

Ese recreo traté de acercarme a Juani y desesperadamente, pero sin miedo, le pregunté por qué no quería ser mi amigo. Le expliqué que yo no quería llevarme mal con nadie. "Nunca tuve un enemigo", le había dicho a mi mamá unos días antes, visiblemente angustiado, pero refiriéndome a Pipi, que era el que más me maltrataba.
Juani no me escuchó, o no le importó. Me dio un golpe en la cara, con la mano cerrada. No me dolió. Miento: me dolió algo que no sé qué es. Sentí una angustia localizada en un lugar no físico, que ahora no puedo encontrar en mi mapa mental de lugares donde se sienten las cosas. Esta parte se pone borrosa, porque se ve que estaba muy incómodo. No lo tengo muy claro, pero supongo que había varios espectadores de esta especie de pelea. Siempre es así en la primaria. Creo que traté de seguir explicando, pero él me pegó de nuevo. Ahí terminó.
Nadie tuvo que separarnos, simplemente se terminó. Yo no me fui, él tampoco, pero creo que le pareció que dos piñas en la cara ya eran una pelea ganada. Me quedé con la sensación de que tenía muchísimas cosas para decirle. Hubiera querido, pero no pude.
Al rato, un compañero de Tato que había visto la pelea me molestó. Tato era el hermano mayor de Juani, siempre fue más bueno que los demás y nos llevamos muy bien en la secundaria. Con él y otros pibes fumé porro por primera vez y nos hicimos bastante amigos.
Que me molestara el compañero de Tato fue malísimo. Lo hizo adelante de todos mis compañeros, cuando estábamos entrando a la clase después del recreo. Para ser rigurosos, ni siquiera me molestó. Me miró.
- ¿Te cagó a trompadas?- Me preguntó, pero en realidad ya sabía cómo había salido la pelea. A él tampoco le dije nada.

Pocos años después me hice amigo de todos. Creo que la bandita dejó la niñez y con ella la crueldad, y entonces se hicieron un poco más sociables. Además, estoy pensando ahora, llegó el momento en que las pruebas no eran tan fáciles y venía bien tener un amigo traga. Los que estudiábamos nos sentíamos un poco idiotas cuando nos usaban así, pero también era divertido sentarse con uno de ellos por un día.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Compartir

Porque a mí me gusta compartir: miren "Los hijos de puta".

http://www.youtube.com/watch?v=qxwfbBHTKsU

jueves, 8 de abril de 2010

jueves, 1 de abril de 2010

Loop de cosas que pasaron o van a pasar

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Empieza y termina en cualquier estrofa.



Me imaginé las cosas en otro orden
puse al último acá, acá al primero
mezclé las celdas,
deshice,
prescribí.

Me dieron ganas y escribí cosas.
Escribí que no
escribí que ayer
escribí el cansancio
las patadas
volví a escribir.

Me puse triste en tandas
corté papeles
me puse bizco, lloré con mocos y todo.

Pedí, del humor, su función de cura;
de los amigos, la palabra justa;
de las mañanas, que fueran más cortas.

Me fumé uno.

Me imaginé las cosas en otro orden
...



Y así varias veces, ¿Entendés? Porque es un loop.

martes, 30 de marzo de 2010

Una canción que dice golpe, dice fiebre y dice nada

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Hay hombres serios, de moral gastada
ahí donde el hambre es golpe, fiebre, nada
y es peligroso el odio adormecido
de sus palabras cómplices calladas.

Y sus mujeres cumplen el mandato
de las mujeres adobando el aire
en una casa llena de muñecos
de porcelana y vidrio, de ser madre.

Hay un costado roto, descosido
y en la vereda duerme
y no descansa,
porque los golpes son de fiebre espesa
hecha del hombre que no dice nada.

Hay hombres rotos
hay mujeres santas
hay ritmos blandos, cumbia ralentada
de donde el tiempo mide los cuchillos
y el hambre es filo
y sangre la palabra:

no acaba el golpe y sigue haciéndose ecos
de una memoria con la frente helada
porque la fiebre, cuando no arde y crea
es frío olvido que no alivia nada.

Y así los mártires llevan en los huesos
el frío triste de los que son agua
y corren hoy por esta calle vieja
donde otros cuerpos flotarán mañana.

lunes, 22 de marzo de 2010

Cables de último momento

22 / 03 / 10
Perdimos el partido contra la banda de Marce. Empezó parejo y después nos dieron una paliza. Ni siquiera jugué bien. Miren si ahora todo vuelve a ser como era. Sería malísimo después de este empujón mediático al que me animé.

28 / 03 / 10

Hoy ganamos nosotros por goleada, pero nunca más como un revuelto de tomate, zanahoria, cebolla, huevo, queso fresco, levadura de cerveza, linaza y salsa de soja con galletitas de sésamo y licuado de banana de postre una hora y media antes de jugar.

domingo, 21 de marzo de 2010

Fútbol

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Al final sí se me ocurrió hoy cómo contar mi historia futbolística. Todo es cierto, pero también son impresiones mías.
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En ese entonces yo tenía diez años, hacía dos o tres que había entrado al D** V*** Day School. La directora general había hecho la secundaria en el F****** Day School, entonces mi colegio era una especie de sucursal secreta del otro.
Si el nombre de un colegio tiene dos palabras en inglés, entonces los estudiantes usan uniforme. Para sacarnos la foto de quinto año -que para cuando yo terminé era tercero polimodal- hacíamos lo mismo que en el F******: los chicos se ponían la ropa de las chicas y las chicas la ropa de los chicos. La foto era siempre a fin de año, en verano. Ellas usaban el pantalón gris de vestir, nosotros la pollera escocesa tableada. Era muy fresca.
Era un colegio con inglés a la tarde, igual que el F******, y los deportes ocupaban un lugar importante en la escala de valores del colegio. Me imagino que en el F****** era igual. Jugábamos al rugby y al fútbol, las chicas hacían hockey y todos hacíamos atletismo. Yo ya sé, y ya sabía, que los deportes no son valores, pero me daba cuenta de que en ese colegio y en ese lugar del mundo igual ocupaban un lugar entre otras cosas que sí eran valores. Por ahí se podía no ser muy buena persona o muy creativo, o no ponerse nervioso pensando en qué carajo era eso del infinito que ni empezaba ni terminaba para atrás ni para adelante, pero había que meter mínimo dos goles por partido para estar contento con uno mismo y conseguir que Clara Lahore te diera pelota.
Una vez cada tanto yo metía uno, pero nunca fui bueno. En los torneos jugaba siempre en la B, salvo un día en que jugué en la A pero me aburrí porque el profesor solamente me puso a jugar diez minutos en un partido poco importante. Vi la final desde afuera con Juan Masdeu y me hinché las pelotas.
Después del pan y queso siempre me elegían entre los últimos, inclusive después de Jonatan Zellner. Jonatan era mi amigo, y yo siempre creí que no jugaba mejor que yo. En rigor, había muchos que elegían antes que a mí, pero yo ya sabía que ellos sí se lo merecían. Lo de Jonatan, además de molestarme por quedar entre los últimos, me molestaba porque me parecía injusto.
Una vez definí el partido que jugábamos los rojos contra los verdes en los sports: los sports eran el día del año en que nos la pasábamos jugando al fútbol, al rugby, saltando en largo, saltando en alto, era el día en que los que tenían músculos hacían lanzamiento de jabalina, de bala y todo eso. Había dos equipos en mi colegio, y, ese día, todos competíamos para ver qué equipo era mejor. Mi equipo casi siempre ganaba. En ese entonces todavía no había podido decidirme por uno, pero el verde iba a ser, y es hoy, mi color preferido. Yo era verde.
Ahora pienso que si me acuerdo tan bien del día en que definí un partido debe ser porque no definí tantos.

Hace muchos años que me gusta la música. A los tres años cerraba los ojos y cantaba entero el Taki Ongoy. Víctor Heredia tiene cosas horribles, pero ese disco me emocionaba y no me importaba el chorus horrible de las guitarras.
A eso de los trece empecé a escuchar Nirvana. Nirvana es una banda con canciones muy fáciles, y un día Jonatan Zellner, que tocaba la guitarra hacía un año o algo así, me enseñó todos los acordes mayores y todos los menores. Llegué a casa y saqué About a girl (http://www.youtube.com/watch?v=AhcttcXcRYY), una canción buenísima que tenía pocos acordes. Desde ese día solamente me acuerdo de estar haciendo eso a la vuelta del colegio.
Ahora estoy tocando un montón, aprendiendo a leer música y empezando a entender cosas de armonía: es como un sudoku, esta nota va con esta y no se puede repetir esta otra, y esta acá no puede ir, más o menos así, como un sudoku. Me sale bastante y me gusta mucho. Es lo único en lo que puedo poner en juego seriamente mi capacidad de abstracción.
Hace un año empecé a jugar al fútbol con un grupo de amigos todos los lunes.
Tengo un amigo que se llama Matías. Lo conocí hace muchos años.
Siempre le tuve mucho miedo a las enfermedades, sobre todo a las mortales, como el chagas.
En las vacaciones de verano del 2005 me fui con algunos amigos al norte. Terminé viajando solo unos días. En Purmamarca paré en un cuartito sin revoque. Antes de sentirme como en mi casa empecé a buscar en las paredes unas marcas que, había leído en internet, son indicio de que hay vinchucas:

En las viviendas, la presencia de la vinchuca se descubre con relativa facilidad por medio de sus deyecciones, de color pardo-amarillento y negro que manchan las paredes como si fueran gotas de tinta china.
(http://www.mflor.mx/materias/temas/malchagas/malchagas.htm)

El cuadro, entonces, era este: una mochila sin desarmar en el suelo, un chico con el pelo largo, la barba crecida y ganas de bañarse mirando la pared a diez centímetros de distancia con cara de preocupado, buscando manchas de tinta china.
Matías entró al mismo cuartito media hora después. Era un chico con el pelo largo y la barba crecida, del que no puedo decir con certeza que tuviera ganas de bañarse, aunque seguramente tenía. Dejó la mochila en el suelo, se paró frente a la pared y empezó a recorrerla meticulosamente con la mirada. Yo lo miraba a él, atónito. Inmediatamente pensé: "Este pibe tiene que ser mi amigo".
No tuve muchos grupos de fútbol. Creo que solamente dos, o dos y medio. El primero que tuve no me vio festejar muchos goles. Jugaba con muchos amigos que jugaban más o menos, nadie exigía mucho de nadie y, para no desentonar, yo no brillé demasiado. Cada tanto hacía algo bueno, pero en general las piernas no me respondían como yo esperaba. Sentía que mi cerebro mandaba una orden y ellas hacían lo que podían. Como cuando la cadena de la bici se traba y vuelve a andar.
Tuve un grupo de fútbol de transición cuando dejé al primero por problemas de horarios. Jugaba los miércoles con unos amigos de Lean. Eran todos bastante buenos. Lean juega re bien, y sorprendentemente yo empecé a sentir que yo también jugaba bien con esos señores. Eran señores, habían dejado de ser pibes hacía más o menos cinco años, y jugaban gritándose encima como juegan los hombres. Antes de empezar el primer partido pensé "Para qué vine..." pero al final uno o dos me dijeron "¡Bien, Santi!", y hasta uno dijo "¡Enorme, Santi!". Yo no entendía nada.
Si Lean lee esto va a decir que ese no fue ni por asomo un grupo de fútbol del que yo fuera miembro. Esa parte es verdad, jugué tres veces. También podría decir que yo no jugué tan bien esos partidos, pero para mí sí, y yo sentí algo que había sentido pocas veces.
Durante mi niñez solamente había un partido por año en el que jugaba bien: el cumpleaños de Esteban Huer se hacía en una cancha de fútbol cinco. Ahí no conocía a nadie, y por alguna razón, a pesar de que eran todos futboleros, no desentonaba. Una vez, después de jugar, me apoyé en un escupitajo horrible que había en la pared. Todavía me da asco.
En el último partido que jugué con ellos, igual que todos los años en Cabrera fùtbol 5, entré, me cabecearon la cara y estuve tres días internado en el Hospital Italiano. Fue raro, mi papá había muerto ahí poco tiempo antes y era fuerte estar ahí de nuevo; creo que para mi mamá fue peor. Igual estaba muy mareado. Se me había fisurado el hueso del pómulo, creo que se llama malar, y estuve en observación porque si mi cuerpo no respondía bien por sí solo me iban a tener que poner una placa de titanio en la cara. Además no podía leer porque se me había jodido algo de las órbitas y le veía a mi mamá la pera en donde en realidad ya tenía la boca. Me costaba caminar, y cada vez que me llevaban en silla de ruedas a algún lugar para hacerme un estudio, vomitaba. Un médico que me iba a hacer una resonancia vio los fideos en el suelo y me dijo:
- Tenés que masticar mejor.
Pero no siempre me había ido tan mal en los cumpleaños de Esteban. En todos los anteriores había tenido actuaciones aceptables, y una que otra notable. Después del partido comíamos panchos. Me sentía bien. Esa era la sensación que tuve los tres partidos que jugué con los amigos de Lean.
Ahora tengo un grupo de fútbol nuevo, y estoy jugando bien y metiendo muchos goles. Le cuento a mucha gente, porque aunque no se den cuenta de las implicancias que tiene si no les cuento toda esta historia, me pone contento contarlo. Cuando me encontré con Santi Sarapura, un amigo de la primaria y la secundaria que jugaba bien al fútbol, era muy lector y además inteligente, gracioso y le gustaba a las chicas, le conté. Creo que él también se puso un poco contento.
Matías, que es muy inteligente y hace análisis de las cosas muy buenos, dice que estoy jugando bien porque estoy aprendiendo música y tocando mucho, y por ahí así esté ejercitando la motricidad fina. A mí, que siempre me gustó un poco la ciencia y estas explicaciones medio caprichosas pero seductoras, me parece que puede ser. El cerebro es muy raro.
Ojalá mañana no siga lloviendo. Tengo partido contra la banda de Marce.

Niño maleta

Parece que ahora juego bien al fútbol.
Tengo ganas de escribir algo más largo diciendo que juego bien al fútbol, pero hoy no se me va a ocurrir nada.
Otro día voy a decir cosas sobre ser un niño nerd y maleta y de repente meter goles a los 24.

viernes, 27 de noviembre de 2009

.
.
Porque el tiempo corre
la sed no espera
el hambre no cede,
lo que huelo no es ella.

En cambio el hombre
espera sentado
fuma,
persiste,
complica posibilidades.

En cambio ella
espera sentada
fuma,
resiste,
fabula encuentros imposibles.


Entonces ellos
así sentados llueven,
insisten,
rebelan órdenes y escenas.
.
.
Se acomoda la corbata
se preocupa con los ojos,
las manos cruzadas,
las líneas duras,
espera sentado.
las líneas cruzadas, las manos duras

Se preocupa con las manos
se acomoda,
dos líneas ahorcadas son los ojos duros.

Se descuida y caen al piso:

una ceniza preocupada

la madrugada

las líneas ahogadas de una forma.

Amanece

el hombre fuma
nadie murió todavía.

domingo, 12 de abril de 2009